PARQUE TAYRONA
En el departamento del
Magdalena, a 34 Km. de la bella ciudad de Santa Marta, está el Parque Nacional
Tayrona, un santuario de naturaleza y de restos arqueológicos que invitan al
encuentro con uno mismo. Ecosistemas como el de manglar, los corales, praderas
de algas, matorrales espinosos y mágicos bosques secos, húmedos y nublados
proliferan y albergan una sorprendente variedad de especies vegetales y
animales que son testimonio de vida.
En 1969 se proclamaron
esas 12.000 hectáreas terrestres y 3.000 marinas como parque natural por el
alto valor biológico y arqueológico que poseen. El Parque Natural fue antes de
la conquista un área en la cual los indígenas Tayronas convivieron, dejando evidencias
significativas de su paso por esa tierra: el pueblito Chairama. Su temperatura
oscila entre los 25ºC y los 32ºC, ya que se extiende desde los 0 – 9 sobre el
nivel del mar y tiene dos periodos lluviosos: de mayo a junio y el otro de
septiembre a noviembre.
Características
En este parque pueden
practicarse el avistamiento de flora y de fauna, especialmente de aves ya que
alberga a los cóndores, en vía de extinción. Además de sus atractivos naturales
y arqueológicos, el Parque Natural Tayrona es un buen escenario para el
ecoturismo gracias a sus exóticas playas de oleaje que difiere de una a otra e
incluso a sus áreas aptas para el buceo. Los senderos de piedra que llevan
desde las diferentes playas hasta el Chairama, hoy conocido como Pueblito, son también
recorridos por los turistas como una de sus principales atracciones.
Acceso
Una vez en Santa Marta,
la única vía de acceso es terrestre, saliendo por Troncal del Caribe, la
carretera hacia Riohacha. Al llegar, hay varias entradas: en Neguanje, Calabazo
y Cañaveral.
Ecohabs inspirados en la
vivienda indígena.
Comunidades
Los habitantes del Parque
son en su mayoría de origen mestizo y viven principalmente del turismo y la
pesca. En el Parque Tayrona hay varios lugares sagrados o puntos de la “Línea
Negra” pertenecientes a las comunidades indígenas que habitan en la Sierra
Nevada de Santa Marta.
Fauna
En el Parque Natural
Tayrona hay más de 100 especies de mamíferos, entre los cuales se destacan los
monos aulladores, el tigrillo, los venados y varias especies de murciélagos.
Con ellos, conviven 300 especies de aves, de las cuales el cóndor, el águila
solitaria y el águila blanca son los protagonistas.
De igual manera, hay 31
especies de reptiles, 15 de anfibios, 202 de esponjas, 471 de crustáceos, y más
de 1000 especies marinas más. Los delfines y tortugas marinas también
frecuentan el área, las últimas, para desovar.
Flora
En los ecosistemas
oceánicos del Parque Tayrona hay 350 especies de algas que representan tan sólo
una parte de la vegetación total de esta área que es considerada la más rica de
todo el Caribe Colombiano, gracias a sus 31 tipos de plantas. Con respecto a la
fauna terrestre, hay más de 770 especies diferentes de plantas, que van desde
los cactus hasta grandes árboles que pueden alcanzar los 30 metros de alto.
SANTUARIO DE LAS LAJAS
El Santuario de Nuestra
Señora de las Lajas es un templo y basílica para el culto católico y veneración
de Nuestra Señora de las Lajas situada en Ipiales, sur de Colombia y es destino
de peregrinación y turismo desde el siglo XVIII.
La edificación actual, la
cuarta desde el siglo XVIII, sustituyó una capilla que databa del Siglo XIX y
es una iglesia de piedra gris y blanca de estilo Neogótico, a imitación del
Gótico del siglo XIV, compuesta de tres naves construidas sobre un puente de
dos arcos que cruza sobre el río y que hace de atrio o plaza de la basílica
uniéndola con el otro lado del cañón.
La altura del templo,
desde su base hasta la torre es de 100 metros, y el puente mide 50 metros de
alto por 17 metros de ancho y 20 metros de largo.
El edificio principal
mide 27.50 m. de fondo por l5 m. de ancho. En el interior, las tres naves están
cubiertas con bóvedas de crucería. Tiene mosaicos en fibra de vidrio y en el
día, su iluminación la da la luz que se filtra por los vitrales hechos por el
italiano Walter Wolf. El fondo o ábside de las tres naves es el muro de piedra
natural del cañón y en la nave central se destaca la imagen de la Virgen del
Rosario pintada por un autor desconocido en una piedra laja. El basamento del
templo propiamente dicho, además de los dos arcos de medio punto del puente, es
una cripta de estilo románico, de tres naves cubiertas con bóvedas de cañón de
estructura en piedra sillar y que está dedicada al Sagrado Corazón de Jesús.1
En el exterior se
destacan tres torres que terminan en agujas decoradas con grumos y frondas;
ventanales, rosetones, arbotantes, contrafuertes y pináculos.
Los muros que flanquean
los accesos al santuario característicamente escalonados por la topografía del
terreno, están llenos de exvotos y placas con agradecimientos por los favores
recibidos, así como con aparatos ortopédicos para dar testimonio de curaciones.
Virgen de las Lajas
El franciscano fray Juan
de Santa Gertrudis, en su crónica del viaje entre 1756- 1762 por el sur del
Reino de Nueva Granada, publicada en cuatro tomos con el título de “Maravillas
de la naturaleza”, menciona el santuario en el libro III,2 siendo posiblemente
la referencia más antigua de su existencia.
Posteriormente, monseñor
Justino Mejia y Mejia, capellán del santuario entre 1944 a 1977, e historiador,
nos refiere la historia actualmente aceptada y que cuenta como alrededor de
1754 la imagen de la Virgen del Rosario fue descubierta por una indígena
llamada María Mueses con Rosa, su pequeña hija, cuando se dirigían de Ipiales a
su casa en Potosí; al verse sorprendidas por una tormenta, María y su hija,
buscaron refugio a la vera del camino entre las oquedades formadas por las
piedras planas y anchas o losas naturales (lajas) inmensas que caracterizan esa
zona del cañón del río. Para sorpresa de la madre, la niña que hasta ese
momento era considerada sordomuda llama su atención con las palabras:
"Mamita, la mestiza me llama..." señalando la pintura seguramente
iluminada en forma sugestiva por los relámpagos.
Después de que las
autoridades y los habitantes de la región comprobaran la verdad de los hechos,
que fueron calificados como prodigio por las autoridades eclesiásticas el 15 de
septiembre de 1754, el lugar fue convertido en una referencia para toda la
comarca incluyendo el norte del Ecuador y se procedió a edificar el santuario
cuya historia tiene cinco épocas bien definidas.
Santuario de las Lajas en
su tercera época según grabado de 1853.
La primera etapa abarca
la construcción de una choza de madera y paja, con una duración de 40 años.
La segunda, la
construcción de una capilla con materiales de ladrillo y cal, con terminación
en cúpula.
"El primero de enero
de 1795 se comenzó a trabajar la piedra de cantería para la capilla de Nuestra
Señora de las Lajas y en ese día se gastaron veinticinco pesos en socorrer los
indios canteros que vinieron de la villa (Ibarra). Seguramente, a principios de
1796, se dio de lleno a la mencionada construcción y, de allí en adelante,
siguió el curso de la obra con generosidad, diligencia y constancia, poniendo
al servicio de ella los escasos ingresos que percibían la parroquia, el trabajo
de las propias manos de los habitantes y la amplia cooperación de varios
arquitectos ecuatorianos. Después de siete años de constantes esfuerzos, se
construyó la capilla que contaba con 7 m. de largo por 6 m. de ancho"
La tercera es el
ensanchamiento del edificio en dirección suroccidente, con la intervención del
arquitecto ecuatoriano Mariano Aulestia, edificación que duró más de un siglo
causando admiración por su atrevida construcción. El escritor, y luego
presidente de Colombia, Santiago Pérez Manosalva en su crónica titulada
"Apuntes de un viaje por el sur de la Nueva Granada, en 1853"5
describe:
"Adelantando hacia
el sur y descendiendo como por una espiral de piedra, de repente halla el
viajero, en medio de peñascos y como labrada en el corazón de ellos, una
capilla, cuya parte externa se asoma atrevida y graciosamente sobre el
precipicio. Esta parte es de mampostería; el interior es todo formado por la
roca misma, cortada en lajas, y en una de éstas se ve dibujada al óleo la
imagen de la Virgen, a quien ha levantado la naturaleza y el hombre completado
este altar en las entrañas de la peña. Las aguas corren cuarenta pies abajo;
las murallas se destacan agrias y rocallosas; el bosque se tupe alrededor, y
todos los contornos se presentan con silvestre majestad"
La cuarta es el proyecto
de una plazoleta y puente de dos arcos.
La quinta, está
relacionada con la edificación del actual santuario. Su construcción fue
iniciada el 1 de enero de 1916 con la bendición de la primera piedra; la obra
estuvo a cargo del ingeniero ecuatoriano J. Gualberto Pérez y del pastuso Lucindo
Espinosa, y se terminó en agosto de 1949. Se calcula que su costo fue de
1.850.000 pesos colombianos de la época ($1.000.000 dolares aproximadamente)
conseguidos gracias a los aportes de los numerosos y fieles devotos
especialmente de Colombia y Ecuador.
Las Murallas de Cartagena de Indias
Este aspecto tan
llamativo y a su vez tan característico de Cartagena de Indias, debe su
existencia en primera instancia, a los continuos y por demás intimidatorios
ataques de extrema crudeza que esta ciudad debió soportar antiguamente.
Tras el amurallado no
había quien dejara de sentirse protegido, ya no circulaba la paranoia de un
nuevo ataque sin nada que los previniese de los daños irreversibles; el tiempo,
dicen, corría de otra manera y a otro ritmo.
Pero esta gran obra no se
construyó de una vez sino en etapas; proteger Cartagena implicó mucho trabajo,
esfuerzo y por supuesto tiempo. Pero su historia comenzaba de la mano del
ingeniero italiano Bautista Antonelli en el año 1586.
Posteriormente en el año
1608, se logra fortificar toda la cara de la ciudad que da de lleno al mar,
pero esta vez el encargado de las obras fue Cristóbal de Roda.
Francisco de Murga retoma
el emprendimiento en el año 1631 prosiguiendo la fortificación y extendiéndola
hasta completar la totalidad del barrio de Getsemaní durante los dos años
siguientes.
Hasta esos años todo se
mantuvo en orden pero tiempo después entre la fuerza del mar y un sorpresivo
ataque del Barón de Pointis, Don Juan de Herrera y Sotomayor debió efectuar
nuevas reparaciones.
En el año 1721, todavía
no seguros a pesar de las últimas reformas, Don Juan de Herrera y Sotomayor
construye bajo el mandato del Virrey de Villalonga, una escollera frente a las
murallas ruinosas.
Finalmente el ciclo de
construcción, por llamarlo de alguna manera, se cerraría con la participación
del ingeniero Antonio de Arévalo, quien se encargó de construir la escollera
que une Punta Icacos con Tierrabomba, culminando las obras en el año 1796.
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